Los comienzos de Reyes Haircare

Me llamo Reyes, tengo 50 años y en abril de 2021 me teñí el cabello por última vez.

Esta era yo poco antes de dejar el tinte:

Las canas me empezaron a salir a los veinte.

Al principio, solo tenía algunas sueltas. A los 30, tenía un único mechón en la zona de la frente pero no se veía porque había empezado a teñirme varios años antes.

Me gustaba cambiar de color. Ahora quiero llevar el pelo rubio, ahora cobrizo, ahora caoba.

Soy madre y durante mi embarazo dejé el tinte por primera vez. En ese momento, llevaba el pelo teñido de un tono igual a mi color natural. Si sumamos que no tenía muchas canas, ni demasiado tiempo para mirarme al espejo, el resultado fue que no me di ni cuenta de la transición.

Pero, dos años y pico después, me puse mechas empujada por los comentarios. ¡Cómo iba a llevar el pelo con canas siendo tan joven! Me hacían parecer mayor, me decían.

Desde entonces, había fantaseado con la idea de llevar mis canas al aire multitud de veces.

Llegó 2020 y tuve mucho tiempo para pensar. Me pasaba horas mirando cuentas de silversisters en Instagram y buscando información en Google sobre las mejores maneras de aclararme el cabello, que en ese momento llevaba teñido de rubio cobrizo intenso. Quería dejar de teñirme, pero me daba miedo el proceso. Tal vez, aclarando el color, la transición sería más llevadera.

Porque en esos momentos no contemplaba la posibilidad de dejar de teñir, sin más. Me habían hecho creer que eso no se podía hacer.

En los últimos 15 años, cada vez que le comentaba a una peluquera que el pelo gris me parecía precioso y que quería llevarlo así, con mis canas naturales, me habían quitado la idea de la cabeza.

«El pelo gris es muy bonito, sí, pero ¿y lo que hay que pasar hasta que te cortas todo el tinte? En transición no estás presentable, no se puede salir con el pelo medio teñido a la calle».

Todo eso me habían contado y yo me lo había creído.

A pesar de haber leído la historia de Luisa Dunn, la modelo australiana que perdió parte de su cabello, debido a una decoloración, al iniciar su transición a canas, me parecía la mejor manera de intentarlo. Nadie escarmienta por cabeza ajena, que dicen en mi tierra.

En verano de 2020 había empezado a ponerme el color en casa de un número más alto. Unos meses después, en primavera del año siguiente, le dije a mi peluquera que me pusiera rubio ceniza en lugar de cobrizo. Y, en abril, le pedí mechas.

Si os habéis hecho ese tipo de coloración alguna vez, lo sabéis. Hay que pasar horas en la peluquería, es un proceso más bien caro y, además, no siempre se consigue el tono deseado. Tenía absoluta certeza de que a la primera no lograría ese tono gris de los vídeos de Jack Martin Colorist, pero soñaba que, tal vez, en dos o tres sesiones, lo conseguiríamos.

Pero no hubo segunda parte de mechas. Después de la primera, el pelo me quedó reseco, perdí parte de mis rizos y los que quedaron estaban encrespados como nunca. Y tomé una decisión. No más tinte, no más mechas.

Mi transición a canas acababa de comenzar.


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