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Transición a las canas (II)
Después de más de dos años sin haber teñido mi cabello, cuyo color natural en esa época era castaño claro con algunos mechones de canas, me hice mechas y, casi inmediatamente, a causa del efecto raíz, volví al tinte.
Atrapada de nuevo. Atrapada, enganchada, pillada por el tinte. Es como la pescadilla que se muerde la cola, una situación de la que no sabes salir. Te tiñes, te crece, te tienes que teñir otra vez.
Además, el momento de hacerlo era una situación de la que no disfrutaba, daba igual a qué peluquería fuese. En realidad, lo sufría bastante.
La visita a la peluquería
Pedía cita. Iba el día acordado, a la hora acordada. Llegaba, me sentaba, esperaba. Cuando, por fin, llegaba mi turno y me indicaban que me cambiara de asiento, me subía una cosa por el pecho como cuando estás en la silla del dentista y te piden que abras la boca, o como cuando vas en la parte de atrás del vehículo de la autoescuela, el día del examen de conducir, y te dicen que te toca a ti. No sé si me explico, es una sensación de agobio máximo.
No era una fobia, un agobio injustificado, no. Era una reacción ante lo que iba a pasar a continuación:
- Picores intensos en el cuero cabelludo cuando ponían la mezcla de productos químicos en la piel. ¿No os sucede que tu cabeza parece que vaya a arder?
- Más picores durante la espera hasta que subía el tinte. Contaba los segundos de esa dichosa media hora. No veía el momento de que me lavaran.
- Dolor. Cuando, por fin, me indicaban que me sentara en el lavacabezas y colocaba la cabeza en él, mi cuello se quejaba. ¿A quién se le había ocurrido que esa postura era cómoda?
- Más dolor. El aire del secador durante el peinado me quemaba. Pon la cabeza así, pon la cabeza asá. El cuello, otra vez.
- Los olores. Tengo el olfato sensible. En las peluquerías huele a amoniaco, laca, etc..
Cuando, después de varias horas, salía por la puerta de la peluquería, sentía un alivio indescriptible. Casi siempre me veía el pelo bonito, no me he quejado nunca del resultado. El cabello estaba brillante, todo del mismo color, sin raya de crecimiento, y peinado diferente a como lo hacía yo en casa. Me gustaba verme distinta.
Normalmente pedía que me lo alisaran, aunque no permanecía liso mucho tiempo. A veces, ni unas horas. Con el tiempo, el peinado llegó a aguantar mucho más, pero el motivo no era recomendable. Lo que empezó a pasar es que mi rizo perdía fuerza por los daños en la estructura del cabello. En esa época, no lo cuidaba mucho y los tintes, cada pocas semanas, iban causando un deterioro progresivo de los enlaces químicos que mantienen la forma de la fibra capilar.
El resultado del tinte tampoco era duradero. Cuando estás en transición a canas no lo parece, pero el pelo crece rápido. Aproximadamente, 1 mm cada dos días. Cuando te tiñes, enseguida empiezas a ver la raya de crecimiento. A la semana o diez días, como mucho, ya se aprecia claramente. Y antes de poder olvidarte completamente de la sesión anterior, ya estás teniendo que pedir cita otra vez. Así, en un ciclo que no parece que tenga fin.
No tengo ninguna foto para enseñaros con raya de crecimiento de antes de empezar la transición, solo me hacía fotos con el tinte recién puesto.
Cómo dejar el tinte
No sé a vosotras pero, en mi caso, cada vez que se me ocurría comentar con alguna profesional de la peluquería que me apetecía dejar el tinte y preguntaba cómo podría hacerlo, me quitaban las ganas.
Comentarios que llegué a oír:
- «No tienes el pelo lo bastante blanco para dejar el tinte».
¿Hace falta un porcentaje determinado de canas para poder lucirlas?
- «El pelo gris es muy bonito pero ¿y el tiempo de transición hasta que te cortas lo teñido? Imposible».
Alimentando el miedo a la transición.
- «Claro, pero te lo tienes que cortar muy corto para no llevar dos colores«.
NO QUIERO LLEVAR EL PELO CORTO. Más combustible para el miedo a la transición.
La decisión de dejarme las canas
Tras 15 años así, llegó la pandemia y supuso un punto de inflexión en ese ciclo. Tanto tiempo en casa sin hablar con nadie cara a cara, excepto tu familia, claro. Tanto tiempo para navegar por redes sociales. Tanto tiempo para pensar sin influencias externas.
En esos meses tomé la decisión. Me gustaba el pelo gris y no me gustaba teñirme. Hacía algún tiempo que se veían mujeres teñidas de gris por la calle. Yo no necesitaba teñirlo para tenerlo de ese color, lo tenía natural. ¿Y si me lanzaba? Pero había un problema. No me sentía capaz de afrontar la transición desde un cabello teñido de cobrizo intenso.
Tenía miedo de verme mal con el cabello de varios colores. Tenía miedo de no poder aguantar el tiempo necesario. No tenía miedo a las canas ni a verme mayor, lo que me preocupaba era el tiempo hasta llegar a ese momento. Quería hacerlo pero no sabía cómo. ¿Y si me lo decoloraba? Tenía que intentarlo. Lo había decidido, iba a dejarme las canas.
Nos seguimos leyendo en la siguiente entrada.
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